Luis Azcona es un percusionista y creador contemporáneo de Zaragoza actualmente residiendo en Berna, Suiza. Está especializado en Artes Sonoras y Música de Cámara, aunque su carrera como solista acumula premios, reconocimientos de numerosas fundaciones (Érgata, E. und C. Burgauer, Lyra, Hirschmann)  conciertos, charlas y clases magistrales.


Alumno de Brian Archinal en HBK (Universidad de las Artes de Bern), Luis basa su trabajo en la exploración entre la poesía, la sociología y la política. Su universo estético se sitúa entre el
ruido, la post-percusión, el enfoque histórico de la música contemporánea y un
a visión experimental de la experiencia artística.

Hablamos con él de sonido, vanguardia, y deep-listening a su paso por el Festival Muribalta.

 

Pregunta.¿Cómo funciona tu proceso creativo? ¿Qué pasos o rutinas tienes a la hora
de componer?

Respuesta. Últimamente, me estoy dejando llevar mucho más libremente a través de la improvisación, cosa que antes me daba mucho más pudor, creo que también por la “carga” que supone la mentalidad clásica del músico de partitura.
Además, y gracias también a haber conocido a compañeros de otros ámbitos (como Joel Rico, con el que acabo de comenzar un proyecto de free-impro y electrónica, Mejor Sordo), me estoy quitando al miedo de ser creativo in-situ. La improvisación tiene algo efímero, del momento exacto y preciso, que es mágico desde dentro. Por lo demás, no creo considerarme “compositor”, sino más bien un músico creativo (aunque sí que tenga intereses también en impulsos creativos dentro del arte sonoro o el video-arte)

P. En una entrevista a Aragón TV hablas sobre el «color musical”, ¿qué es y cómo lo aprecias tú?¿qué sensaciones experimentas cuando tocas o descubres un color?

R. La belleza del “color” musical y la precisión del intérprete respecto al mismo es que se consigue exprimirlo pasando horas y horas con los mismos instrumentos. Dos platillos, o dos triángulos, incluso si son producidos en cadena (¡ya ni hablar en caso de los instrumentos artesanos!) van a tener resultados e identidades sonoras increíblemente diferentes.
Definiría el color como una identidad más del “timbre” del instrumento. Si el timbre, por definición, es aquello que hace identificable al instrumento musical, diría que los colores son toda la gama de matices y sensibilidades que existen dentro de cada uno de estos timbres.

Al final es algo realmente personal: nos pasamos la vida encontrando colores y texturas que son “nuevas” para nosotros, pero que puede que desde fuera no sean tan sorprendentes. Es un proceso de aprendizaje y crecimiento personal que está impulsado desde algo creo que es esencial: la curiosidad. El impulso casi infantil de querer seguir jugando.

P. Tanto tus obras como las que interpretas se escapan de lo convencional, pero, ¿son en sí vanguardistas?¿qué discursos musicales recurrentes se esconden tras ellas?

R. Creo que últimamente se relaciona la vanguardia con la hiper-tecnologización del arte. El arte considerado “moderno” son las inteligencias artificiales, la realidad virtual y las luces estroboscópicas. Que ojo, ¡no me parece que esté mal! Pero, como artista y como receptor de arte, no me interesa tanto (por ahora).

Estoy más interesado en la parte humana y sensible del arte. En lo referente al cuerpo, con el tacto, la escucha. Siempre he sido detallista en cuanto a que me he fijado en las cosas más diminutas, y es que en esa realidad también hay sonido.

La hiper-amplificación de los procesos sonoros más diminutos me apasiona. Y creo que lo que hago actualmente va a ir por ahí.

 

P. ¿Qué es para ti la música?¿por qué decidiste especializarte en el campo de la experimentación percusionista?

R. Al final, todo es un cúmulo de casualidades. En el Conservatorio Superior de Música de Aragón, mi profesor, César Peris, siempre estuvo marcado por un interés por el nuevo repertorio, abierto a recibir propuestas de obras por parte
del alumnado, crecer con él.

Recuerdo que en mi 2° de Superior, (Hace ya 5 años), Peris me dio la partitura manuscrita de Music For Small Audience, de Alexandre Babel. César había ido de jurado a un examen en Ginebra, y, como decía antes, sus ganas de seguir aprendiendo le hicieron interesarse por esas partituras y traerlas para leerlas con sus alumnos. Alexandre Babel es un percusionista ligado al mundo de la free-impro, y actualmente una figura bastante relevante en Suiza, donde acabé
estudiando 3 años después.

Tras conocer la música de Alexandre Babel, la free-impro y la experimentación sonora, el camino fue “natural”: mi interés por este campo creció a lo largo del resto del conservatorio superior, y consulté a diferentes percusionistas que ya
habían seguido mi camino, para descubrir que Suiza era el destino ideal para hacer un máster. Fui a la Universidad de Berna para estudiar con Brian Archinal, un percusionista súper joven con una visión de la percusión única, realmente filosófica, basada en la escucha del entorno, el puro tratamiento del sonido, y la música conceptual.

P. ¿Cómo influye el espacio a las piezas que interpretas? ¿cambia el sentido de la obra o la obra en sí es una pieza inacabada?

R. ¡Qué buena pregunta! La verdad es que el espacio es un elemento clave dentro de la situación de concierto. Ser conscientes del momento y lugar donde estamos interpretando o viendo un concierto, es parte indispensable de nuestro proceso de escucha.

Pauline Oliveros hablaba del “deep-listening”, desde una perspectiva también colectiva, que me parece muy bonita: estar unidos a través de un sonido que se propaga en el espacio, que nos envuelve y nos abraza.

En este sentido, tocar en una Iglesia es siempre una experiencia de escucha increíble. Obras como Mani.Mono, de Pierluigi Billone, o Silver Streetcar for the Orchestra, de Alvin Lucier, son obras absolutamente distintas según dónde
se tocan. Son obras que existen en un espacio.

También, porque, cada vez más, los formatos de concierto se ven ampliados y experimentamos con ellos igual que con el repertorio: ya no se trata simplemente de un músico, su partitura y el público alejado escuchando el concierto. Ahora, el público, se ve rodeado por los músicos, se espacializa cada una de las obras, o se juega con la amplificación y la utilización de nuevos medios multidisciplinares: vídeo, poesía, danza etc

P. ¿Qué significa para ti formar parte del festival Muribalta? ¿qué impresiones iniciales te suscita?

R.  ¡Estoy realmente ilusionado!. No siempre es fácil mover este tipo de repertorios a zonas rurales o menos pobladas, y en el caso de Aragón, una propuesta de conciertos como ésta es realmente un acercamiento de la música a públicos que, por desgracia, no tienen la misma agenda de conciertos que si vivieran en zonas urbanas.

Por ello, la propuesta social y artística del festival me parece maravillosa. Todo eso, unido a una organización y atención super cercana de la mano de Carlos, antiguo compañero del CSMA.

Estoy muy agradecido por la invitación y espero que la música llegue a todos los rincones de la Iglesia de Santiago
Apóstol en Sobradiel.