Eudald Buch descubrió, desde bien pequeño y de manera natural, su pasión por la música. Una pasión que disfruta día tras día, y que le ha permitido no solo actuar en multitud de escenarios (con la Orquesta de Cámera de Vic, o la Chetham’s Symphony Orchestra, entre otros) sino formarse con maestría con músicos de renombre como Vladislav Bronevetzky o Elisso Virsaladze.
Hablamos con el pianista tras su paso por el festival y su actuación en Remolinos.
Pregunta: El piano es uno de los instrumentos más delicados del mundo de la música, ¿qué características requiere el/la músico para sacarle el máximo potencial a las piezas que se interpretan?
Eudald: Más allá de los aspectos más mecánicos de la técnica, una imaginación sonora amplia, que necesariamente tiene que beber de un conocimiento serio de los géneros no pianísticos, pues es inspirado por la voz y los instrumentos de cuerda y viento que el pianista puede trascender la naturaleza limitada de su instrumento
P. ¿Cómo decidiste iniciarte en esta disciplina?¿se alcanza en algún momento un tope de habilidad o siempre estás en continuo aprendizaje y crecimiento?
E: Empecé a cantar, hacer y estudiar música de muy pequeño, así que nunca hubo un momento de decisión. Solamente la realización gradual que, aparte de ser una gran pasión, la música podía ser también mi oficio. Esto sucedió durante mis cinco años en la Escolania de Montserrat. Por supuesto, no hay un tope de habilidad (en ninguna disciplina) accesible en esta vida.
P. Has estado en los escenarios más reputados en todo el mundo, ¿qué se siente al tocar en un espacio más íntimo como una localidad como Remolinos?
E: Pues exactamente lo mismo que en cualquier otro sitio; una gran responsabilidad porque hay que hacer justicia a obras extraordinarias de grandes compositores. Idealmente los respetos humanos deberían influir muy poco en la actitud que asume el intérprete antes de salir a tocar
P. ¿Cómo influyó el espacio a la sonoridad de las piezas que interpretaste?
E: Muchísimo. Del mismo modo que la luz ayuda o entorpece la visión de una obra de arte, la acústica puede ayudar, entorpecer o incluso enturbiar el sonido del piano. La acústica de la Iglesia de San Juan Bautista de Remolinos funcionó de maravilla con las piezas que toqué, estoy muy contento con el resultado.
P.Cuéntanos un poco más sobre ese repertorio
E: El programa es un recorrido por la obra de dos compositores con una relación (no biográfica, pero si musical) muy estrecha: Chopin y Skriabin.
El primero es sobradamente conocido por ser quizás quién mejor entendió las posibilidades tímbricas del piano, además de un autor de una elegancia y nobleza conmovedoras.
Skriabin, unas décadas más tarde, partiendo del camino abierto por el genio polaco, fue creando poco a poco un estilo muy personal y inconfundible, influenciado también por sus inquietudes filosóficas y espirituales. Su música es como una flor rara y exótica que nació del árbol chopiniano.
P. ¿Qué ha significado para ti formar parte de esta segunda edición de Muribalta?
E: Un honor, la verdad. Que un festival en su segunda edición tenga un crecimiento como el que ha conseguido Muribalta habla mucho del interés qué ha despertado y de las capacidades de la organización. ¡Espero que siga así por muchos años!